Comienzo del año con el impacto de la inestabilidad financiera de China
Gran parte de los sobresaltos en los mercados internacionales con los que comenzó el año, responden a las dudas que deja China respecto a su capacidad de instrumentar las reformas necesarias para mantener un crecimiento sostenible.
Hay que considerar que en este momento existe una sobre-reacción en los mercados financieros. Esto es lógico si se tiene en cuenta que el temor surge del riesgo de que algo tan grande tenga un movimiento inesperado. Por un tiempo China será el centro de atención del mundo y eso no escapa a Uruguay que lo tiene desde el año pasado ubicado como el principal destino de las exportaciones.
La atención actual sobre China se posa sobre la capacidad para controlar la salida de capitales y la evolución de su moneda sin disparar una crisis de endeudamiento. Sin embargo, en el mediano plazo el desafío está en instrumente las reformas estructurales que le permitan transitar en forma armónica hacia un crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) basado en el consumo. Con todas estas dudas hay un cuestionamiento si es que este país podrá lograr el objetivo de sostener un ritmo de crecimiento del 6,5% hasta el año 2020.
Por tamaño de la economía, por población y por crecimiento promedio anual es una de las dos principales economías del mundo. En la última década fue el protagonista del comercio global, de la suba en el precio de las materias primas y como consecuencia del crecimiento del PIB y la mejora en el bienestar de las economías emergentes como la uruguaya.
Para las materias primas es el mercado de referencia, principalmente para los insumos industriales minerales donde el consumo bruto se ubica entre el 40% y el 60% de la producción mundial y en algunos casos como el hierro es un fuerte importador neto.
En el caso de las materias primas energéticas y alimenticias hay un peso relevante del consumo de China pero no tan determinante de las condiciones del mercado global. Un capítulo aparte merece el consumo de soja que representa aproximadamente el 30% de la producción mundial y como su producción es limitada, importa considerables saldos del Mercosur y de Estados Unidos.
El modelo de crecimiento de China debe ir cambiando. Hasta el momento se concentró en la construcción de infraestructura y en la inversión y en la próxima década ira pasando al consumo de la creciente población urbana. Por lo tanto, la desaceleración de China tendrá un mayor impacto en los países exportadores de minerales y menor en los exportadores de alimentos como Uruguay.
El efecto global del menor ritmo de crecimiento se va a sentir. Es la segunda economía del mundo, un gran importador pero también un fuerte exportador que transforma las materias primas que importa. Por lo tanto, uno de los efectos secundarios de la corrección en China puede ser que se refuerce la presión a la baja en los precios mundiales de las manufacturas. Se dice que en el 2016 China va a «exportar» deflación a los mercados mundiales.
En total, las exportaciones a China del mundo representan aproximadamente el 2,3% del PIB. Algunos países son más dependientes de China. Las exportaciones de Corea del Sur con ese destino representan el 10,3% de su PIB, para Malasia el 8,3%, Tailandia el 6,1% y Australia el 5,1%.
En Latinoamérica hay una dependencia fuerte de parte de Chile que le vende por un equivalente al 7,3% del PIB y principalmente minerales. Le sigue Perú con el 3,4%, también intensivo en minerales.
En la región, el volumen de Brasil es dominante pero está por debajo del promedio mundial con solo 1,7% de su PIB exportado con ese destino. Nuestro país mantiene una dependencia alta ya que sin considerar lo que le venden las zonas francas en el 2015 las exportaciones representaron el 2,6% del PIB. Como las ventas desde la zona franca de Nueva Palmira son básicamente de soja con destino a China y las ventas de celulosa también tienen este destino, el porcentaje se podría elevar hasta el 4,4% del PIB sin considerar el valor agregado en las zonas francas.
En la actualidad este país es el principal destino de las exportaciones uruguayas con un 18,3% del total, que se podría incrementar al 31,6% si se consideran las ventas a las zonas francas mencionadas en párrafo anterior.
A pesar de esta concentración el riesgo que se corre es relativo porque se trata de alimentos (soja y carne bovina) o materias primas para otros productos de exportación china (lana y celulosa). La situación no es tan grave como para el caso de los minerales puesto que la demanda es tanto la manufactura y exportación como el consumo doméstico. Este último será el puntal del crecimiento en los próximos años con una población que migró del campo a la ciudad y un nivel de ingresos per cápita crecientes.
De todas formas, si bien es relativo el riesgo que se corre en materia de volúmenes, el tema precios si puede verse afectado, y desde este punto de vista los impactos sobre Uruguay pueden ser mayores. Por lo pronto no cabe esperar una recuperación sustancial de los precios de exportación, e incluso puede registrarse algún descenso adicional en el corto plazo.
A pesar que los mercados estén sobre-reaccionando hay dificultades para sostener el equilibrio macroeconómico en este país. El nivel de endeudamiento total de la economía es muy alto (220% del PIB) en un contexto donde hay una enorme liquidez mundial por la inyección de los países desarrollados para salir de la crisis del 2008. Por lo tanto, cualquier pedacito de información que haga dudar a los mercados forma grandes olas en los movimientos de capitales con fuertes consecuencias sobre los precios de los activos financieros.
La estructura productiva del país tiene por delante un futuro con presiones y por lo pronto debe mantenerse con un ojo puesto en los mercados financieros y en el ajuste macroeconómico de este gigante mundial.
Fuente: El país.